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CERÁMICA DE MANISESUNA MARCA REGISTRADA DELA ASOCIACIÓN VALENCIANA DE CERÁMICA AVEC-GREMIO

CERÁMICA DE MANISES

Te invitamos a ser testigo de nuestra historia.

YO, Cerámica de Manises

Aunque mi origen es más remoto, alcancé mi prestigio en el siglo XIV y a lo largo de mi historia he  evolucionado conquistando algunas de las mejores sensibilidades del planeta. Disfrutada como
decoración o empleada con distintas funcionalidades, he hecho las delicias de reyes y plebeyos, ricos y pobres, arquitectos, artistas y personalidades destacadas de todo el mundo.

Soy el producto artesano para todo y para todos, el que siempre ha estado ahí y siempre estará.

En 2010, la Asociación de Empresarios de Cerámica AVEC-Gremio presentó la marca Cerámica de Manises, creada con el objetivo de representar los valores comunes de la cerámica valenciana y distinguirme como cerámica artesanal fabricada en Manises y demás poblaciones aledañas.

Una marca que a partir de ese momento puede utilizar en sus productos cualquier asociado de AVEC-Gremio, para que puedas reconocerme allá donde me veas.

TESTIGOS DE MI HISTORIA

Lorenzo de Médici

y su hallazgo

“En mi época solían llamarme Lorenzo el Magnífico. Quizá fuera por mi gusto selecto y mi tendencia a rodearme de arte y talento. Fui mecenas de personajes como Miguel Ángel o Leonardo da Vinci.
¡Qué tiempos aquellos...!
Allá por el año 1475, durante una cena en el palacio de mi hermano Giuliano, me quedé prendado de una ánfora. Por supuesto, había visto antes otras piezas de cerámica, pero nunca una como aquélla. Su forma era equilibrada y esbelta sin dejar de parecer artesanal y única.
Su acabado tenía un increíble efecto metálico y estaba decorada con bellos motivos esmeradamente pintados a mano y las iniciales de mi hermano. Le pregunté dónde había conseguido aquella maravilla. Él me habló de cierta localidad española llamada Manises...”

María de Castilla

y el regalo entre los regalos

“El 12 de octubre de 1415 me casé en la catedral de Valencia con el hombre que más tarde se convertiría en Alfonso V, rey de Aragón.
¡Imaginadme a mí, tan joven entre toda aquella gente que nos ovacionaba!
Fue como un sueño…
De entre todos los regalos que recibimos por nuestra boda uno fue mi preferido. Os parecerá curioso que no se contara entre los lujosos collares, ni entre los fastuosos vestidos. El objeto de mi predilección era un plato de
grandes dimensiones cuya sencilla belleza llamó mi atención. Estaba primorosamente decorado a mano y en el centro podía verse mi escudo.
Quedé tan fascinada con aquella cerámica que encargué a mi amigo Pere Boïl, señor de Manises, todo un juego de piezas que habrían de decorar mis aposentos y surtir mi mesa. Desde entonces no volvió a faltar Cerámica de Manises en mis palacios.”

Alejandro VI

y un cargamento muy especial

“Al poco de ser nombrado Papa de la Iglesia Católica, me llegó una carta de mi hijo Pedro Luis, en la que me felicitaba por mi nombramiento. Al final del texto, mi hijo sugería acertadamente que tal vez echara de menos
mi tierra, y me anunciaba la pronta llegada de un obsequio que con seguridad me ayudaría a soportar esa carga.
Al cabo de una semana llegó al Vaticano un cargamento procedente de Valencia. Cuando levanté las telas que lo cubrían me emocioné al encontrar toda una colección de auténtica azulejería de Cerámica de Manises, bellamente decorada a mano con el emblema de los Borgia. Supe inmediatamente que era el regalo que mi hijo me había prometido, y le hice saber lo feliz que me hacía la llegada de aquel obsequio.
Al día siguiente ordené recubrir con aquellos azulejos mis estancias, para que siempre me recordaran a mi familia y a mi tierra.”

Felipe IV

y el viaje de las mujeres bonitas

“Al concluir mi visita a Valencia, en 1632, los diputados me habían hecho entrega de un distinguido obsequio: una colección de cincuenta magníficos platos de cerámica de Manises con elegantes adornos de reflejo metálico.
Partí hacia Madrid al día siguiente y, de camino, conocí a una bella muchacha llamada María que servía donde me alojé la primera noche. Ver sus delicadas manos castigadas por las labores diarias me enterneció, pues
siempre me han fascinado las mujeres bonitas.
De modo que decidí recompensar sus esfuerzos regalándole uno de los platos que traía desde Valencia. ¡Imaginad su cara al ver en sus manos una pieza digna de reyes! Regalé otro plato a una joven que cantaba en una esquina pidiendo limosna, y otro más a una lavandera que me cautivó en el siguiente pueblo. Tal es así, que cuando nos encontrábamos a una jornada de viaje de Madrid, mi consejero me advirtió de que, de los
cincuenta platos que salieron de Valencia, tan sólo quedaba uno.
- No temáis, Rodrigo -, le respondí yo. - Ese último plato lo reservo para la reina: la más hermosa de todas las damas.”

Juan José de Austria

y la aromática niñez del archiduque.

“Hay detalles en la vida de uno que por alguna razón se quedan grabados en la memoria para siempre. Un ejemplo de ello es el albahaquero de mi madre. En mi época era habitual disponer en las casas de un albahaquero o “alfabeguer”, un recipiente de cerámica de Manises que se llenaba de hierbas para aromatizar el ambiente. Debido a ciertos problemas respiratorios que tuve de niño, mi madre instaló uno en mi dormitorio con albahaca. Cada mañana cuando venía a despertarme reemplazaba cuidadosamente la albahaca del día anterior por otra fresca, que aromatizaba inmediatamente toda la estancia. Sané, pero por algún motivo
ella siguió repitiendo el ritual diariamente, y no dejó de hacerlo hasta muchos años después. Aún hoy, cada vez que llega a mí el aroma de una planta de albahaca siento que vuelvo a los tiempos de mi niñez, y me viene a la mente aquel albahaquero, sus formas fantasiosas y sus delicados motivos pintados a mano, con la misma precisión que si lo tuviera delante de mis ojos.”

 

Joaquín Sorolla

y el rincón valenciano de Vicente Blasco Ibáñez

“Mi buen amigo Blasco me había invitado a visitarle en su casa de Francia, y allí estaba yo. Me recibió con un abrazo y un refresco, y charlamos largo y tendido, pues teníamos mucho que contarnos.
En un momento de la conversación le confesé que me sorprendía que alguien tan amante de su tierra como él anduviera siempre de viaje, lejos de ella. Él me respondió que viajar ampliaba sus horizontes, pero que siempre llevaba Valencia en el corazón, estuviera donde estuviese.
- Te lo demostraré -, me dijo, y me condujo a través de su casa hasta una terraza que daba a la parte posterior. El suelo y las paredes estaban recubiertos de bonitos azulejos policromados y a la sombra de un pino había una mesa hecha de caña y el mismo tipo de azulejos. Había un paellero, una mecedora y un mural de azulejos de Manises que representaba una escena de mar como las que yo solía pintar. - Éste -, me dijo, - es mi pequeño rincón valenciano.”

 

Manuel González Martí

y la Ciudad de la Cerámica

“Mi pasión por la cerámica me valió en 1914 ingresar como profesor en la prestigiosa Escuela de Cerámica de Manises, de la que asumiría la dirección años más tarde. Al placer de enseñar se sumó el de aprender, así que en mis ratos libres disfrutaba dando paseos por el pueblo y encontrando testimonios de su historia a la vuelta de cada esquina. Me encantaba caminar sin rumbo contemplando las fachadas y murales, las jambas policromadas de las puertas de las casas, los talleres artesanos metidos en faena. Y conversar con sus gentes, herederas de una larga y rica tradición ceramista que continúa hoy tan viva como el primer día. Mis años en Manises me ayudaron a enriquecer mi colección de cerámica, no sólo con piezas encontradas o donadas por amigos y conocidos, sino también con el conocimiento que me fue transmitido y que sirvió para clasificarlas y conservarlas debidamente. Aquella colección terminó nutriendo gran parte de lo que hoy conocemos como el Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias que lleva mi nombre."

 

FRAGMENTOS DE MI HISTORIA

La fabricación y el uso de cerámica en tierras valencianas se remonta al Neolítico, alcanzando un alto nivel técnico en época islámica. Sin embargo, no fue hasta principios del S. XIV que don Pere Boïl, señor de Manises, importó de Granada y Málaga los conocimientos y la mano de obra necesarios para comenzar a producir loza con esmalte estannífero en grandes cantidades y con notable repercusión internacional. Así nació una tradición de siglos que se extendería hasta la actualidad y que sigue tan vigente como el primer día.
El S. XIV supuso la estabilización de la sociedad tras los grandes períodos de conquista del S. XIII. La consolidación del sistema económico y de las redes comerciales se vio acompañada por cierto nivel de sofisticación en la sociedad, que desarrolló el gusto por las lozas decoradas.
Con motivo de esa demanda estética se produjo la entrada en los circuitos comerciales de una nueva cerámica decorada con efecto metálico dorado, hecho del cual se tiene por primera vez constancia en 1325. Aunque convivió durante los siglos XIV y XV con la cerámica decorada en azul sobre blanco, más utilitaria, fue la técnica de reflejo metálico lo que dio fama y éxito a la producción valenciana, concentrada sobre todo en Manises y exportada en el momento a toda Europa.
Tal es así, que ya en el siglo XIV y durante los siglos XV y XVI papas, nobles y reyes encargaron a alfareros valencianos cerámica dorada decorada con sus escudos para ser utilizada en sus palacios y fundaciones eclesiásticas. La obra manisera alcanzó fama y prestigio en medio mundo. Encontramos múltiples ejemplos de ello en la historia, como el caso de Alfonso el Magnánimo, el de la familia Médici, o el de los papas Borgia Calixto III y Alejandro VI, que realizaron continuos pedidos de piezas y azulejos para las salas del Vaticano. La azulejería también participó de ese auge, siendo demandada para la construcción de edificios emblemáticos del poder del Reino de Valencia como la Casa de la Ciudad, el Palacio Real, la Generalitat y la Lonja.
El S. XVII se vio marcado por la expulsión de los moriscos en 1609. Los señores de Manises, Paterna y otras poblaciones productoras se habían esforzado por mantener el engranaje productivo, como por ejemplo el primer gremio de alfareros de Manises, constituido en 1605. Pero la mayoría de la loza valenciana se fabricaba en poblaciones moriscas, por lo que el triste hecho histórico de la expulsión de los moriscos, junto a la falta de suministros y a la pujanza de la loza policromada de influencia italiana, que se produjo en Sevilla y Talavera, provocó la decadencia de la cerámica valenciana.
No obstante, y pese estas dificultades, durante el S. XVIII prosiguió la fabricación de lozas decoradas en dorado, azul y morado, principalmente en Manises. También continuó la alfarería ordinaria en poblaciones como Ademuz, Agost, Alaquàs, Biar, Canals, Castelló de Rugat, Liria, Orba, Ràfol de Salem, Segorbe, Traiguera, Utiel, Vall de Uxó, etc. Sin embargo, pronto sucedió algo que revolucionaría toda la producción de loza valenciana.
En 1727, el IX conde de Aranda fundó la Real Fábrica de Loza de Alcora. Quería competir con las lozas y porcelanas más apreciadas por las altas clases sociales al tiempo que ofrecer a la burguesía productos refinados a precios competitivos. Con una renovación estética total adaptada a los estilos imperantes en el momento, nuevos planteamientos técnicos, una academia de formación para sus operarios y una estructura por departamentos orientada a la producción de lozas de alta calidad, la Real Fábrica dio un vuelco a la producción valenciana, sobre la que tendría una influencia decisiva en los años siguientes.
Moldes, fórmulas, pigmentos y técnicas fruto de la renovación impulsada por la fábrica de Alcora se filtraron a finales del siglo XVIII y principios del XIX a otras poblaciones como Manises, Onda, Ribesalbes y Biar. A las innovaciones técnicas se sumó la frescura y la ingenuidad de las decoraciones coloristas y populares, realizadas principalmente por mujeres, consiguiendo una nueva loza vistosa y de bajo precio que alcanzó gran éxito comercial. Además, coincidió con un éxodo de población del campo a la ciudad, que exigió más viviendas e impulsó el artesanado. La industria del azulejo afrontaba entonces el reto de producir en gran cantidad y a un coste asequible para hacer frente a la demanda.
Pero el despegue de la industria azulejera valenciana se remonta al siglo XVII, cuando la ciudad de Valencia inicia su conversión en un importante centro productor de azulejería, que alcanza su cenit en el siglo XVIII dentro de los estilos barroco y rococó, exportando azulejos al resto de España.
La imposibilidad de seguir creciendo, junto a otros factores, fue la causa de que a mediados del siglo XIX dos importantes industrias azulejeras de Valencia se instalaran en Manises y Onda, iniciado en estos centros el desarrollo de la producción de cerámica arquitectónica que tanta repercusión tendría posteriormente.
Como consecuencia de esta evolución, el S. XX vino marcado por la industrialización, tanto en el sector del azulejo como en el de la loza y la mayólica. Se sucedieron las innovaciones técnicas y se crearon industrias auxiliares especializadas en la transformación de materias primas y la elaboración de esmaltes y colorantes. También surgió una gran variedad de formas sin precedentes adaptadas a las múltiples necesidades de la sociedad moderna, como los filtros de agua -con tipos tan complejos como el “Sinaí”-, o los recuerdos turísticos. Estéticamente imperaron dos tendencias: una popular, que continuó con la tradición del siglo XIX y otra más culta que estuvo en sintonía con la estética que imperaba en los centros europeos del momento, la cual participó tanto del historicismo como del modernismo más cosmopolita. De aquella época se conservan hoy en día múltiples testimonios de la aplicación cerámica en la arquitectura, tanto en edificios públicos como privados, así como carteles publicitarios y rótulos de establecimientos.
La cerámica valenciana atraviesa hoy en día una fase más de transformación dentro de su larga historia. El reto de adaptarse a los nuevos tiempos sin abandonar su gran legado y garantizando la pervivencia histórica de todo el saber heredado. Un reto en el que entidades como la Asociación Valenciana de Cerámica AVEC-Gremio están poniendo todo su empeño con proyectos como la creación de la marca colectiva Cerámica de Manises.

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